Qué mejor tarea para un hombre...unir mundos...Eso es lo que hace un constructor de puentes...

El teléfono suena.


 El teléfono suena…choco con la esquina al final del pasillo, pierdo la ubicación corriendo a cogerlo mientras me pongo la camiseta. Eres tú. Me tiemblan las piernas, te digo que subas...dejo el agua cayendo, sale un pequeño vapor que crece dando calor  al cuarto. Todavía tienes que marcar de nuevo para abrirte la puerta interior…aprovecho y me apresuro a llamar todos los ascensores. Oigo de nuevo tu lejanía, esta vez corro más todavía, no me da tiempo a cerrar la puerta de casa. Te abro sin decirte nada…noche de carreras, echo jabón en el agua y me acerco a la entrada.
 Te espero, más tranquilamente. Te acercas y me saludas, noto cómo cambió el sonido del agua; ahora es más grave y profundo, toca con la superficie que retumba a su vez. Mientras te desprendes de tu peso corto ese ritmo constante que comenzó tiempo atrás, disminuye el tuyo rápida y lentamente aumenta el mío, miedo de que no te guste la sorpresa.
 Vienes y ves que apago la luz pero sigue parpadeante otra fina y tenue, a medida que llegas se vuelve más densa pero esparcida por todo el cuarto. La luz de las velas ilumina la espuma de la bañera…
 No sabes qué decir y me das un abrazo, lento y suave, éste tiene un final peculiar; según con qué gente los abrazos son agradables, cálidos y hasta fríos…éstos no me gustan, los intento evitar. El tuyo era cálido, lo esperaba y, aunque estaba algo agobiada por aquel peso, no era agobiante. Me giré despacio, inconscientemente me diste un minúsculo espacio para ello, el suficiente como para no dejar de notar aquellos brazos tan suaves y algo delgadillos que tienes. Nos dejamos llevar.
 Me solté el pelo, sé que no te gusta vérmelo recogido, hoy lo tenía mucho mejor de lo normal. No sabría asegurar si realmente te gusta decir que las cosas no aparecen por casualidad;  me gusta creer que no, porque así conocí tus ojos brillantes, y suerte doblemente que otro día te conocí a ti. Tengo que decirte que después casualidad no fue conocer la forma de tu pelo, ni de tus manos, ni de tu sonrisa. Aquellos labios que encogen cuando ríes y en los que pocos se fijan por verte a ti, sonriendo, o esos ojos que se vuelven más verdes con el reflejo de un parque soleado; ambas cosas hipnotizan por igual. Mejor porque tenía un brillo claro que pocas veces veo, puede que sea tonto pero…eso fue por la alegría de que aparecieses, la ilusión de organizarte algo que siempre quisiste y nunca hubo tiempo. Sé que lo quieres corto, quieres tocarme sin enredarte en él, sentir su suavidad y el viento rozarte la mano cuando me acaricias por detrás del cuello…Yo también, pero reconozco que me encanta notar cómo te preocupas por verme los ojos, sentir mi mirada mientras me apartas ligeramente el pelo de la cara. Sentir mi mirada, la que te mira a ti, la que mira tu frente, tu pelo y después tus oídos; aquella que va a compás con mi mano que también lo aparta a la vez que tú el mío. Abro un poco la boca, y sonrió. Sonrió porque siempre me acuerdo de aquel momento en el parque cuando hicimos lo mismo. La primera vez.
 El abrazo va perdiendo ser, pero antes de que termine por difuminarse sin bajar los brazos empiezas por acariciarme los míos. Con la palma extendida te las arreglas para no tocarme con toda la mano haciendo caricias que estremecen, las que te ponen los pelos de punta. Y me muevo, me estremezco y me acerco a ti, te agarro por la cintura, mi boca sigue sonriendo y con ella toda mi cara a distancia, quiero ver tu rostro tan expresivo. Tus manos siguen su camino, están a punto de llegar a los hombros, pero se paran unos centímetros más abajo, sortean encantadoramente un obstáculo, mi camiseta. Dejas tu dedo pulgar por encima de ella y tocas mi piel, esa parte del cuerpo, te gusta y siempre te paras en ella, ¿te has dado cuenta alguna vez? Me fascina. Me acaricias con el resto de la mano, sin verlo siento que mi brazo es más grande y musculado, nada exagerado, te paras para notar sus curvas y suavidad…
  Acerco mis manos a alcanzar la parte inferior de la camiseta cuando veo que ya estás empezando a subírmela, te ayudo despacio. Te la quieres quedar y yo te dejo, la dejas en el toallero, doy un paso y cuando te vuelves te beso. Te desabrocho los botones con una mano, la izquierda esta muy cómoda rozándote la mejilla y dormida en tu cuello; me ayudas porque voy muy lento, sabes que siempre me ha costado y te gusta saber que pese a todas las veces es algo que no cambiaré. Nos dejamos llevar, algo más.
 Te acercas para empezar el baño, te digo déjame un segundo tocando el agua con la mano. Para nosotros todo paso muy despacio, y a pesar de que sólo fuesen unos minutos, el agua ya estaba fría.
 Vuelve a inundar el cuarto el vapor caliente y espeso. Mientras, nos miramos al espejo. Te abrazo por detrás y vemos nuestras caras, parte de nuestros cuerpos frente a frente, desnudamos nuestras almas y apartamos la vergüenza, tú más que yo porque cubres mi cuerpo del espejo cuando cubro el tuyo de la corriente del pasillo. Apoyas tu cabeza sobre la mía y respiras, siento tu pecho moverse encima de mis brazos y una vez soltado parte del aire te abrazo fuertemente. Después dejó mi cabeza en tu hombro, y te vuelves a apoyar. Estamos así unos segundos y te digo: sólo contigo me he atrevido a mirarme al espejo.
 Algunos usan anillos, otros se dan cuenta por celos, yo nunca lo supe hasta que nos paso, de casualidad. En el salón de tu casa, aquello era verdadero.
  Ya está listo. Entramos, te dejo a ti primero. Nos sentamos, y te doy un abrazo de los míos. Calidez del agua por todos lados, por tus pies, piernas, caderas…yo me encargo del resto. Hasta de lo que no se puede apreciar.
 Tranquilos los dos, me hablas. Dices, me encantó la sorpresa dejando tu cuerpo sobre el mío. Tiempo más tarde continuas, hablas de lo que hiciste hoy, siempre quisiste tiempo para nosotros, solos. Hablando de estas pequeñas cosas cotidianas sale un cariño seguido de me moría por besarte hoy y la espera fue eterna esperando subir; le dije, cielo me pillaste por sorpresa y tenía que encender las velas. Nos reímos.
 Recordé que nunca he sabido dónde se compran las velas, las traías tú. Y, desperté.


                                    UN SUEÑO,EL TUYO.EL QUE ALGÚN DÍA TENDRÁS,CONMIGO.
                                                                                                     Fdo.: Un desconocido.

Mi primer relato,espero que os haya gustado=).

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